lunes, 7 de marzo de 2005

DÉTRITOS DE ILUSIONES ATEMPORALES

¿Cuántas más veces voy a hablar en esta vida del eterno retorno con el que nos ilustró Nietzsche en su época? Inevitablemente vuelve a mí una y otra vez, retorna a mi vida como una redundancia demasiado ruidosa para ser excluida.





Siendo una persona condenada al ateismo como considero que soy, el hecho de rebosar fe, teorías del destino, y otras “locuras” me colocan en una posición de dudosa credibilidad a la hora de argumentar hipótesis sobre estos temas. Pero ahí andamos… El caso es que sin querer hacer clasificaciones humanas, llevo mucho tiempo pensando que muchas personas tienen un destino más o menos marcado y por ello la vida los arrastra en mayor o menor medida a ello, otras sin embargo gozan del beneplácito de hacer “su destino” o ser parte del destino de los anteriores. La sola idea de que esto pudiera ser cierto me escandaliza y me atrae al mismo tiempo.





El caso es que en “el fuego eterno” veo que la vida se me repite, lo más singular es que hasta lo deseo. Pero no sé como clasificarlo, no sé en que cajoncito debo meterlo y que etiqueta ponerle. Tampoco sé si ahora que he aprendido algo nuevo sobre este tema debo intervenir.





Miedo. Esta es la nueva enseñanza que he recibido, ¿cómo no la había tenido en cuenta antes? Será por esa alma de Juan Sin Miedo del que hago gala. Pues ahora hay que pensar en miedos, un día los perdí, quizás sea hora de recuperarlos y ver que se hacen con ellos. Quizás solo así me entere si la vida se me repite o no, si hay destinos o no, o puede que no conduzca a nada y este un ratito entretenida con la vida, quizás, quizás…

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