Recuerdo frecuentemente cuando una
amiga me decía que la vida se repite como una sopa de ajos. Claro
esta que esta frase no suena tan profunda como el planteamiento de
Nietzsche del eterno retorno, pero sin dudas tienen puntos comunes.
Mientras mi amiga hacía fuerte
hincapié en esas cosas en las que la humanidad tropieza una y otra
vez, Nietzsche nos planteaba la diferente visión que tendremos ante
la vida con un horizonte infinito, y a fin de cuentas, con la
conciencia de que “la sopa de ajos” es un hecho.
Bien pensado, “sopa de ajos” me
suena a cosas de abuelas, y sin dudas ninguna como ellas para saber
que la vida, efectivamente, se divierte con las ironías de repetir
frecuentemente parecidas situaciones.
A parte de los pensamientos filosóficos
y profundos a los que esta reflexión me conduce, observo algunos
otros más superfluos y quizás más divertidos en las que tengo
ganas de reparar como: ¿fué Nietzsche una abuela encubierta a la
que le gustaba darle una vuelta de tuerca más a las cosas?, ¿si
después de la sopa de ajos lo que viene es el eterno retorno... lo
siguiente es la reiteración cuántica? Ummmmmm...
Honestamente, con mi concepción de que
el espacio y tiempo no existe, que el lenguaje no configura la
realidad, que el ser humano es infinito y otros delirios en los que
tengo una profunda fé, hasta el paso siguiente a la “reiteración
cuántica” tiene su lugar (en Ot supongo), pero en ocasiones me
siento limitada para derivar tanto. Justo ahí vuelvo a la sopa de
ajos, le doy una cucharada y recomienzo a pensar.