jueves, 17 de agosto de 2006

BRAGAS BLANCAS DE NIÑA Y ALGODÓN


Era basto y atractivo, pero cuando le dijo a mi congénere que yo le parecía una bruja muy guapa no pude resistir la tentación de someter a mis caprichos a un ser fuera de la moral establecida como él.

Todas nuestras palabras pasaban a través del protagonista del lugar, mi niño hermano. Así fue como se disimuló un cortejo acelerado y descarado que terminó en una cita furtiva y fetichista donde mi vestimenta quedaba acordada por adelantado.

Mi inexperiencia sólo me hizo pensar en las prendas acordadas. Ahora nunca perdonaría no reparar en mi ropa interior. Con unas simples puntadas de lápiz negro en los extremos finales de mis ojos fui al caer la noche a su centro de trabajo. No quise ocultar mi temprana adolescencia bajo maquillaje alguno porque sabía que era mi principal arma de guerra.

Se hizo el profesional para tranquilizarme, pero en mi interior pensaba que el que estaba agitado y sobrepasado era él, tenía el agridulce del delito en sus labios y yo la tranquilidad de una zorra disfrazada de victima amparada.

Y así comenzó la puesta en escena de la sesión de fotos. Curioseaba posición de luces, encuadres y otras maniobras del mediocre fotógrafo con la idea de robar algún conocimiento; entre un cambio y otro le miraba a través del objetivo para adivinar su pensamiento y con la maldad de disturbarlo, pero siempre con cara de inocencia... para disimular mis retorcidas intenciones.

Sin ninguna sorpresa para mí el transcurrir de la sesión se desarrolló casi al completo sobre la butaca de mimbre y cada vez con menos ropa. La exclusión de la falda dio paso a un atrevido mono de terciopelo negro que terminaba en shorts justo donde acababan mis nalgas, y las pupilas del fotógrafo engrandecieron frente a la prenda. Sentí como acariciaba mi cuerpo a la vez que el terciopelo mientras me quitaba el sujetador para no ser adivinado bajo la contundente prenda.

Cuando el terciopelo le cansó y quiso quitármelo comprobé su torpeza para desnudarme y le ayudé. Me quedé tan solo con unas bragas blancas de algodón que no contaban nada más que su vulgaridad y su uso. En ese instante me di cuenta que no era tan zorra y si muy niña. Nada conté con mi rostro pero en mi interior me recriminaba no haber alcanzado a prever ese detalle final. Mientras las pupilas del fotógrafo disminuían frente al blanco algodón, le ataqué con mi aliento y respiración a menos de un palmo de su piel... y continuó el juego.

Para responder a mi osadía me pidió que cerrara los ojos y obediente comenzó a frotarme hielo por los pezones con la excusa por supuesto de inmortalizar mis pechos más bellos. Pero como ni flaquee, ni abrí los ojos para ruborizarme comenzó a arrastrar sus labios por todo mi rostro hasta refregarlos frente a los míos; pero al igual q mis pezones... helada me mostré y volvió a su posición de fotógrafo.

Como sólo me quedaba una prenda alargó la sesión tapándome los pechos con los cabellos unas veces y otras descubriéndolos por completo, me disminuyó mis bragas hasta hacerlas parecer un tanga; y por fin se lanzó a pedirme que me las quitara. Sin pudor pero con gestos de inocencia le recordé que él mismo me afirmó que no me tendría que desnudar, así que intentó disuadirme enseñándome las fotos de la mujer de su compañero de profesión en las que estaba desnuda al completo. Pero fui firme en mi posición, esto mismo le llevó a la acertada conclusión de que yo nunca pasaría la barrera de modelo adolescente frente a su deseo de desvirgar a una bruja guapa. Y termino la sesión, me acercó a mi casa en moto y me mintió sobre una nueva cita para enseñarme las fotos.

Claro está que yo nunca estuve segura de si esas fotos se llegaron a realizar o no, pero ni siquiera me importaba. Obtuve lo que buscaba: someter a mis caprichos disimuladamente.


martes, 1 de agosto de 2006

COME TO ME

Aunque desde pequeña me gusta escribir, nunca le encontré el gusto a escribir canciones. Sin embargo al tener corazón de melómana he adorado y adoro canciones de otros/as, tanto es así que “he regalado” canciones de otras personas. Justo hoy lo encuentro absurdo y me apena haber regalado las entrañas ajenas aunque sólo fuese para que otros supieran que entrañas son las que me hacen sentir. Desde hoy pensaré que sólo se debe comerciar con mis entrañas, aunque no sean musicales.