domingo, 26 de diciembre de 2004

LOS VIAJES DE LA CONDESA

Llegué temprano e incluso esperé el tren de hace un año.





No me molesté en saber adonde iba este tren, sabía en cambio que los recovecos de mi vida aguardaban un infumable viaje. Pero no me importo, el tren tenía un origen tan desconocido para mí como su destino, sin embargo, aquel vagón donde me senté era justo lo que necesitaba: tenía grandes ventanas para abrir y cerrar, muchas cosas que mirar, había cama y poseía el esencial encanto de un vagón de tren.





Son muchas las veces que recuerdo como llegué sin apenas dormir, con mucho sueño, llena de ilusión y expectación. Tranquila, sin dudas pero emocionada por la aventura, subí a ese vagón, mientras corría el agua en el exterior, me tendí en la cama a dormir. Ya nunca despertaré igual.

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